Como introducción os resumo un clásico
experimento de psicología:
Imaginad a dos niñas que se encuentran
juntas en una habitación. Una se llama Sally y la otra Ana. Sally
tiene una cesta y Ana tiene una caja. Sally además tiene una canica,
la cual guarda en su cesta. A continuación Sally sale de la
habitación. Mientras Sally está fuera Ana saca la canica de la
cesta y la guarda en su caja. Al volver Sally ¿Dónde buscará
primero su canica?
La respuesta que, (salvo para el 80% de
los que padecen del síndrome del autismo) es bastante obvia, también
es obvia para los niños hasta cuatro años (y el 80% de autistas)
pero desde una perspectiva muy distinta.
Los niños, hasta los cuatro años
(aproximadamente), responden que Sally buscará la canica en la caja
de Ana, ya que no comprenden que Sally no sepa que Ana guardó su
canica en otro sitio si ellos mismos lo han visto (aunque Sally no lo
viera).
A partir de los cuatro años el niño
comprende que Sally, que no tiene ni idea de que la pillina de Ana ha
guardado su canica en la caja, donde primero buscará es en su cesta.
Hasta ese momento para el chiquillo (o chiquilla) es incomprensible
que Sally no sepa que la canica esta en la caja, ¡Él mismo ha visto
como Ana la guardaba allí!
La mente entre los 0 y los 4 años (y
en la mayoría de autistas) aún no ha “descubierto” que el resto
de las personas tienen su propia visión de las cosas, que piensan por si mismos, con todo lo que
eso conlleva (que es mucho). A esto los psicólogos lo llaman “la
teoría de la mente”.
Bien, pues esto me invita a reflexionar
sobre un pensamiento que va y viene a mi cabeza de modo persistente.
Un pensamiento que me obliga a cuestionarme hasta cierto nivel la
realidad y me hace relativizar mucho las cosas (entre ellas los
“problemas” de cada día). Algo que ha quitado el sueño a muchos
filósofos, no sin razón:
Nosotros somos capaces de ver, desde
fuera, la limitación de un niño de hasta cuatro años. Pero eso no
implica que nos encontremos en el último escalón. Sabemos, a partir
de los cuatro años, que Sally buscará en el cesto la canica pero...
¿qué más no estamos viendo? ¿Que límites tendrá nuestra mente
de los que no somos conscientes? ¿Existen limitaciones físicas que
nos impiden “ver” o comprender más allá de cierto punto? ¿Es
la mente en si misma un obstáculo para poder contemplar la realidad
tal y como es? ¿O estamos siendo nosotros, con el “estilo” de
vida que llevamos, un obstáculo para la mente? ¿Estamos más tontos
todavía de lo que creemos? (sí, la respuesta a esta última
pregunta es la más sencilla)
O quizá no haya mucho más que “ver”
que aquello que ahora “vemos”: ese concepto de realidad que se
planta ante nuestros sentidos y sobre el que, con mayor o menor
autonomía (y con menor o mayor torpeza), vamos tomando decisiones.
Todo eso me lleva a una cuestión que
me interesa mucho más: ¿Qué utilidad real podría tener para
nuestra especie, en términos existenciales, ver más allá?
Al fin y al cabo, lo que unos llaman
naturaleza (y otros llaman de otra manera), parece que se las ha
ingeniado para avanzar y evolucionar sin que nosotros tuviéramos que
hacer nada (Je!, lo digo como si no formáramos parte de esa
naturaleza...). ¿O ya no es así?¿Ha llegado un punto en el que
nosotros tenemos que continuar el “camino evolutivo”
conscientemente? Quizá ya haya llegado el momento en que la
naturaleza deje de hacerlo todo por nosotros. Bastante ha hecho hasta
ahora, solo hay que fijarse, por ejemplo, en lo sencillo que es
reproducirse. Hemos tenido que ingeniar medidas anticonceptivas para
no acabar como conejos.
En ese caso, ¿Que será mejor para la
evolución, trabajar para ver más allá y comprobar que más cosas
le puede estar ocultando Ana a Sally, u obsesionarse con el resultado
del partido de fútbol del Domingo?
Eso sí, llegar a conclusiones
similares a que la responsabilidad ahora concierna al hombre, de cara
a los siguientes pasos evolutivos de la existencia, complica
considerablemente las cosas (y más observando como esta el
mundo...). Aunque tampoco lo tuvo fácil la naturaleza para
conseguir, por ejemplo, que le creciera el cuello a la jirafa.
Juan Ramos (músico y persona)
Imagen prestada del Libro "Filipnosis" de Kevin Dutton
1 comentario:
Muy interesante. Estupenda reflexión
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